Perderme en la carretera, sin dirección como Thelma y Louise. Gritar hasta que mis pulmones se vacíen y el viento se lleve mi voz, llorar desconsoladamente en el bosque de la nada y sonreír al desconocido de la pista de al lado. Cantar con el rimel corrido y sentirme desquiciadamente exquisita.
¿Deseas que te amen? No pierdas, pues, el rumbo de tu corazón. Sólo aquello que eres has de ser y aquello que no eres, no. Así, en el mundo, tu modo sutil, tu gracia, tu bellísimo ser, serán objeto de elogio sin fin y el amor... un sencillo deber.
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