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Durante toda mi existencia me han despreciado, mirado un tanto raro... Y humillado con el silencio. Quizás la locura sea la cruz en mi frente, puede que mi condición de cronopio me haya encasillado o también podría haber pasado que el manifiesto que guiaba mi vida era demasiado complicado para simples mortales incapaces de comprender la magnitud de lo que soy. Aún así, sobreviví ante el desprecio del mundo y del propio.

El hecho, del porqué escribo esto, es nada más que el cambio inesperado y abrupto de esta forma de vida, y nada tengo que ver yo con aquella extraña situación. Más bien, es la aceptación repentina que me ha quitado el aliento dejándome en un estado de perplejidad y sumamente anonadada. Para ser franca, no estoy interesada en la vida social vacía, inepta y sin mayor motivo que la ausencia de soledad. Yo amo mi soledad. Así que como ellos mismos me enseñaron a defenderme de aquellos actos de aislamiento hacía mi persona, preferiría que no me den su mano, ya que podría rompérselas, sólo como acto de defensa personal... Sólo para no volver a sentirme herida. Los malditos somos los elegidos para ser diferentes, somos lo que nadie nunca más podrá ser.

Charles Bukowski

No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!