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Tan tonto, ¡tan estúpido! -pensé mientras prendía mi cigarro favorito- el que crea que ahora puedo estar con otros, el que tenga la osadía de pensar que será como antes, en la crónica de los ciegos temerosos se [auto]cataloga como el supremo, pues, es él el que está en tiempos pasados, es él el que tiene la inmadurez en su sombra, incapaz de percibir que yo estoy lista, muy lista, más que él. Ya no existen miedos, el pensar en compartir a su lado hasta la putrefacción no me atormenta, por el contrario, quiero hacerlo. Sin embargo, es está tan estúpidamente enceguecido que podría apostarle al mayor de los demonios que no ve que esta es una respuesta a su propuesta, le digo que sí; le digo que acepto, pero él no lo nota. ¿Cuál es el problema? que no soy tan clara como la aritmética, difícil -he resultado- para su comprensión, ¡oh ingenuo ser! te enamoraste de la Pandora que va más allá de tu cuadrado perfecto, de esa mente que sigue las instrucciones sin error, en el cual el mayor riesgo, el misterio más tormentoso es denominado 'teoría', pero yo no soy teoría ni soy ley. Soy la que quiere algo muy simple, pero que le complica ferozmente y se basa en la [no tan] lógica de que tienes todo lo material, pero no es lo que busco/necesito/deseo/quiero, lo que mi ser anhela es un todo metafísico, algo más allá de lo que mis manos sienten. Tan pequeño, tan encerrado en una caja de fósforos de oro, tan absorbido por un sistema que le hace pensar que necesita cosas que no le ayudan a vivir, piensa con certeza de cristal que aunque tiene aquello, un algo [no tan] básico, podría tener otro simplemente porque es mejor en esto y en esto otro (bla blas de aquellos que me bloquean el cerebro) aunque es mentira, JURA que porque tiene más colapsada una pantalla que le acerca a la gente será querido en serio, más aún, de esa manera metafísica que jamás alcanzará porque la codicia le encoje y encoje a su al rededor, porque son el aquelarre de los cegados. Para llegar más allá aún de lo que mi convicción puede tolerar, quiere que me ponga una venda para entrar ahí y no solo saludar, sino que, ser parte de aquello que tanto aborrezco, porque una vez que se deja atrás el puente de la niñez caprichosa, volver ahí es un insulto al tiempo, ese tiempo que no perdona, que pasa sin piedad para todos, demasiado doloroso y absurdo para mi.

Al prender otro cigarro, logré ver el abismal túnel que hay entre él y yo. ¿Alguna vez han sentido un bisturí abrirles la piel?, es rápido y ardiente, un dolor agudo; de aguja; de acero; del alma. Eso sentí, esa sensación inmediata y un poco sanguinaria al ver que tan cercanamente lejanos estamos. Recordé su voz y su cara de desagrado cuando me ve fumar, por un segundo irreal le escuche decir "no fumes tanto", intentando separarme de mi cable a tierra, como si el suicidio optativo y lento estuviera mal, como si eso fuera el peor error. No obstante, taparse los ojos con las manos abiertas ante el mundo injusto desde su enorme casa es lo correcto, siguiendo una vida que para mi es vacía y no solo eso, sino que llena de malos agradecimientos, ya que, para ese infante nada es suficiente, nunca se está satisfecho, y yo, me conformo con inhalar humo, sentarme un rato a bloquear mis pensamientos y reactivarlos después [con mis libros que son mi eje], ni siquiera me apetece el contacto humano en realidad, ¿cómo hacerle comprender cuanto detesto al hombre? cuándo comprenderá que no necesito de otros para estar en armonía, los que me llenan son los que después de muertos me acompañan con sus letras y sabiduría. Qué frustración me invade, una presión en el pecho de rabia, de esas rabias profundas como un verdadero berrinche de bebé. ¿Algún día logrará entender que para poder ver solo hay que encender la luz?, es cosa de extender la mano y arriesgarse.


Charles Bukowski

No era mi día. Ni mi semana, ni mi mes, ni mi año. Ni mi vida. ¡Maldita sea!