¡Que alucinación la mía!, aquello que sentí al respirar fuerte e introducir en mi para perder mi autocontrol y dejarme llevar por mis sentidos. Que pretenciosa, el poder creer, soñar, que con borrarme de la razón he de cambiar el mundo.
¿Deseas que te amen? No pierdas, pues, el rumbo de tu corazón. Sólo aquello que eres has de ser y aquello que no eres, no. Así, en el mundo, tu modo sutil, tu gracia, tu bellísimo ser, serán objeto de elogio sin fin y el amor... un sencillo deber.