Se secó la tinta, se vistió con telas de araña aquel cofre con sueños y pesadillas, se marchitó la esperanza y el recuerdo.
Cuando intentó hacer algo, se durmió, cayendo en su abismo y alimentando el mío. Todo fue circunstancial.
Y fue aquello tan circunstancial lo que no me permitió escupirte, gritarte, odiarte, amarte. Conocerte.
Todo fue muy rápido, tan circunstancialmente rápido... Que me quedé con una rosa en una mano, con sangre en la otra y lágrimas en los ojos... Aquel frío día de Agosto.
No te dije adiós.